Es bien conocido que los japoneses están acostumbrados a convivir con numerosos peligros naturales debido a la ubicación del país dentro del cinturón de fuego del Pacífico, una área de gran actividad geodinámica en donde se concentran la mayoría de los volcanes del mundo. Japón posee más de 300 volcanes identificados de los que un centenar se consideran activos y la mitad están bajo un monitoreo constante por la Agencia Meteorológico de Japón (JMA). Entre los más conocidos están el popular Monte Fuji, la enorme caldera del Monte Aso, o el urbano Sakurajima, un símbolo de la ciudad de Kagoshima.

El Sakurajima (桜島), que literalmente significa isla de los cerezos, se unió a tierra firme tras una gran erupción en 1914 que llenó de lava el estrecho. Desde entonces, su actividad ha sido continua, con frecuentes emisiones de ceniza, pequeñas explosiones y fumarolas visibles casi a diario. Pese a su amenaza latente, los ciudadanos de Kagoshima conviven con él con una mezcla de respeto y orgullo. En su base está situado el pequeño pueblo de 4.000 habitantes de Sakurajima-chō, una enclave en el que su población vive con estrictas medidas de seguridad y que recibe alertas y simulacros constantes.
A tan solo 4 km está Kagoshima, una ciudad de casi 600.000 habitantes que no está afectada directamente por el riesgo directo del volcán ya que se encuentra al otro lado de la bahía, pero que recibe la lluvia de cenizas cuando se producen las erupciones en días ventosos. Sus habitantes están acostumbrados a barrer regularmente las calles y es muy habitual encontrar señales que avisan de cómo son los procedimientos para esta limpieza urbana. De todas maneras, normalmente el nivel de concentración es bajo y no supone un riesgo directo para la población.

Se puede visitar el Sakurajima fácilmente desde Kagoshima en ferry (unos 15 minutos de trayecto) o en coche bordeando la bahía. Al llegar a la zona del volcán lo más recomendable es subirte al Sakurajima Island view bus, una autobús turístico que hace la ruta circular por los principales lugares de interés, aunque también es posible recorrerlo en coche particular. El lugar es muy seguro y, en caso de que haya erupciones o nubes de ceniza, te avisarán con antelación de hasta donde puedes llegar.
Entre los puntos más destacados está el mirador del Observatorio Yunohira (湯之平展望所) , situado a 373 metros, que ofrece la vista más cercana al cráter. No muy lejos puedes visitar el Torii de Kurokami (黒神埋没鳥居), un santuario parcialmente sepultado por la erupción de 1914. A lo largo del litoral también puedes encontrar un foot bath de aguas termales para relajar los pies mientras contemplas el mar. Si prefieres una experiencia más activa puedes caminar por los senderos de lava Nagisa Lava Trail (溶岩なぎさ遊歩道) o Arimura Lava Observatory (有村溶岩展望所) que recorren antiguos campos de lava solidificada, y desde donde tendrás vistas espectaculares tanto del volcán como de la bahía de Kagoshima.
Conocida como la Nápoles de Oriente por su clima templado y la cercanía del volcán, la ciudad de Kagoshima tiene mucho que ofrecer al visitante. A pesar de se una ciudad de tamaño medio y la capital de la prefectura, pasear por las calles es muy agradable y no es una urbe especialmente turística, por lo que podrás disfrutar de un ambiente tranquilo. Recomendamos visitar el Museo de la Restauración Meiji y el Sengan-en (仙巌園), antigua residencia de los señores Shimazu, clan del Dominio Satsuma, uno de los más poderos durante el periodo Edo entre los siglos XVII y XIX. Por toda la ciudad verás referencias a diferentes samurais famosos de esta época ya que la ciudad tuvo un papel protagonista en el paso de Japón del feudalismo al estado moderno en el siglo XIX.






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